El bigote del tigre (Leyenda coreana)
Posted On domingo, 7 de junio de 2009 at en 21:05 by LoganUna mujer joven llamada Yun Ok fue un día a la casa de un ermitaño de la montaña en busca de ayuda.
El ermitaño era un sabio de gran renombre, hacedor de ensalmos y pociones mágicas.
Cuando Yun Ok entro en su casa , el ermitaño , sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando dijo:
-Por que viniste?
Yun Ok respondió:
-OH, Sabio Famoso, ¡estoy desesperada! ‘Hazme una poción!
- Si, si ,’hazme una poción! ¡Todos necesitan pociones! ¿Podemos curar un mundo enfermo con una poción?
-Maestro – insistió Yun Ok-, sin no me ayudas , estaré verdaderamente perdida.
-Bueno, ¿cuál es tu problema? – dijo el ermitaño, resignado por fin a escucharla.
-Se trata de mi marido – comenzó Yun Ok - . Tengo un gran amor por él. Durante los últimos tres años ha estado peleando en la guerra. Ahora ha vuelto, casi no me habla, a mi ni a nadie. Si yo hablo, no parece oír. Cuando habla, lo hace con aspereza. Si le sirvo comida que no le gusta, le da un manotazo y se va enojado de la habitación. A veces, cuando debería estar trabajando en el campo de arroz, lo veo sentado ociosamente en la cima de la montaña, mirando hacia la mar.
- Si así ocurre a veces cuando los jóvenes vuelven a su casa después de la guerra –Dijo el ermitaño-, Prosigue.
- No hay nada mas que decir, Ilustrado. Quiero una poción para darle a mi marido, así se vuelve cariñoso y amable como era antes.
- ¡Ja! Tan simple ¿no? -replicó el ermitaño-. ¡Una Poción!
-Muy bien, vuelve en tres días y te diré que nos hará falta para esa poción.
Tres días más tarde, Yun Ok volvió a la casa del sabio de la montaña.
-Lo he pensado -le dijo-. Puedo hacer tu poción. Pero el ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo. Tráeme tu bigote y te daré lo que necesitas.-
-¡El bigote de un tigre vivo!, exclamó Yun Ok-. ¿Cómo haré para conseguirlo?
-Si esa poción es tan importante, obtendrás éxito –dijo el ermitaño.
Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.
Yun Ok se marchó a su casa. Pensó mucho en como conseguiría el bigote del tigre. Hasta que una noche, cuando su marido estaba dormido, salió de su casa con un recipiente con arroz y salsa de carne en la mano. Fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre.
Manteniéndose alejada de su cueva, extendió el recipiente de comida, llamando al tigre para que viniera a comer.
El tigre no vino.
A la noche siguiente, Yun Ok volvió a la montaña, esta vez un poco mas cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un bol de comida.
Todas las noches Yun Ok volvió a la montaña, acercándose cada vez mas a la cueva, unos pasos mas que la noche anterior. Poco a poco, el tigre se acostumbró a verla allí.
Una noche, Yun Ok se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que Yun Ok pudo hablar al tigre con una voz tranquilizadora.
La noche siguiente, después de mirar con cuidado sus ojos de Yun Ok, el tigre comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando Yun Ok iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.
Cuando el tigre había comido, Yun Ok podía acariciarle suavemente la cabeza con su mano. Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche después de acariciar la cabeza del animal, Yun Ok dijo:
-“OH, tigre, animal generoso, es preciso que tenga uno de tus bigotes. ¡No te enojes conmigo!” Y le arrancó uno de los bigotes.
El tigre no se enojó, como ella temía. Yun Ok bajó por el camino, no caminando sino corriendo, con el bigote aferrado fuertemente en la mano.
A la mañana siguiente, cuando el sol asomaba desde el mar, ya estaba en la casa del ermitaño de la montaña.
-¡OH, Sabio! –gritó-. ¡Lo tengo! ¡ Tengo el bigote del tigre!
Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.
El ermitaño tomó el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre, se inclinó hacia delante y lo dejó caer en el fuego que ardía en su chimenea,
- ¡OH, Señor! –gritó la joven mujer, angustiada- ¡Que hiciste con el bigote!
- Dime como lo conseguiste, - dijo el ermitaño-
- Bueno, fui a la montaña todas las noches con un bol de comida.
Al principio me mantuve lejos, y me fui acercando poco cada vez, ganando confianza del tigre. Le hable con voz cariñosa y tranquilizadora para hacerle entender que sólo deseaba su bien.
Fui paciente. Todas las noches le llevaba comida, sabiendo que no comería. Pero no cedí. Fui una y otra vez.
Nunca le hablé con aspereza. Nunca le hice reproches. Y por fin, una noche dio unos pasos hacia mí.
Llegó el momento en que me esperaba en el camino y comía del bol que yo llevaba en las manos. Le acariciaba la cabeza y él hacía sonidos de alegría con su garganta.
Solo después de eso le saque el bigote.
-Si, si – dijo el ermitaño-, domaste al tigre y te ganaste su confianza y su amor.
-Pero tu arrojaste el bigote al fuego –exclamó Yun Ok llorando-.
¡Todo fue para nada!
-No no me parece que todo haya sido para nada –repuso el ermitaño- Ya no hace falta el bigote. Yun Ok, déjame que te pregunte algo: ¿Es acaso un hombre mas cruel que un tigre? ¿Responde menos al cariño y la comprensión?
Si puedes ganar con cariño y paciencia, el amor y la confianza de un animal salvaje y sediento de sangre, sin duda puedes hacer lo mismo con tu marido.
Al oír esto, Yun Ok permaneció muda unos momentos. Luego avanzó por el camino reflexionando sobre la verdad que había aprendido en casa del ermitaño de la montaña, y corrió presurosa dispuesta a recuperar el tiempo perdido
El ermitaño era un sabio de gran renombre, hacedor de ensalmos y pociones mágicas.
Cuando Yun Ok entro en su casa , el ermitaño , sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando dijo:
-Por que viniste?
Yun Ok respondió:
-OH, Sabio Famoso, ¡estoy desesperada! ‘Hazme una poción!
- Si, si ,’hazme una poción! ¡Todos necesitan pociones! ¿Podemos curar un mundo enfermo con una poción?
-Maestro – insistió Yun Ok-, sin no me ayudas , estaré verdaderamente perdida.
-Bueno, ¿cuál es tu problema? – dijo el ermitaño, resignado por fin a escucharla.
-Se trata de mi marido – comenzó Yun Ok - . Tengo un gran amor por él. Durante los últimos tres años ha estado peleando en la guerra. Ahora ha vuelto, casi no me habla, a mi ni a nadie. Si yo hablo, no parece oír. Cuando habla, lo hace con aspereza. Si le sirvo comida que no le gusta, le da un manotazo y se va enojado de la habitación. A veces, cuando debería estar trabajando en el campo de arroz, lo veo sentado ociosamente en la cima de la montaña, mirando hacia la mar.
- Si así ocurre a veces cuando los jóvenes vuelven a su casa después de la guerra –Dijo el ermitaño-, Prosigue.
- No hay nada mas que decir, Ilustrado. Quiero una poción para darle a mi marido, así se vuelve cariñoso y amable como era antes.
- ¡Ja! Tan simple ¿no? -replicó el ermitaño-. ¡Una Poción!
-Muy bien, vuelve en tres días y te diré que nos hará falta para esa poción.
Tres días más tarde, Yun Ok volvió a la casa del sabio de la montaña.
-Lo he pensado -le dijo-. Puedo hacer tu poción. Pero el ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo. Tráeme tu bigote y te daré lo que necesitas.-
-¡El bigote de un tigre vivo!, exclamó Yun Ok-. ¿Cómo haré para conseguirlo?
-Si esa poción es tan importante, obtendrás éxito –dijo el ermitaño.
Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.
Yun Ok se marchó a su casa. Pensó mucho en como conseguiría el bigote del tigre. Hasta que una noche, cuando su marido estaba dormido, salió de su casa con un recipiente con arroz y salsa de carne en la mano. Fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre.
Manteniéndose alejada de su cueva, extendió el recipiente de comida, llamando al tigre para que viniera a comer.
El tigre no vino.
A la noche siguiente, Yun Ok volvió a la montaña, esta vez un poco mas cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un bol de comida.
Todas las noches Yun Ok volvió a la montaña, acercándose cada vez mas a la cueva, unos pasos mas que la noche anterior. Poco a poco, el tigre se acostumbró a verla allí.
Una noche, Yun Ok se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que Yun Ok pudo hablar al tigre con una voz tranquilizadora.
La noche siguiente, después de mirar con cuidado sus ojos de Yun Ok, el tigre comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando Yun Ok iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.
Cuando el tigre había comido, Yun Ok podía acariciarle suavemente la cabeza con su mano. Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche después de acariciar la cabeza del animal, Yun Ok dijo:
-“OH, tigre, animal generoso, es preciso que tenga uno de tus bigotes. ¡No te enojes conmigo!” Y le arrancó uno de los bigotes.
El tigre no se enojó, como ella temía. Yun Ok bajó por el camino, no caminando sino corriendo, con el bigote aferrado fuertemente en la mano.
A la mañana siguiente, cuando el sol asomaba desde el mar, ya estaba en la casa del ermitaño de la montaña.
-¡OH, Sabio! –gritó-. ¡Lo tengo! ¡ Tengo el bigote del tigre!
Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.
El ermitaño tomó el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre, se inclinó hacia delante y lo dejó caer en el fuego que ardía en su chimenea,
- ¡OH, Señor! –gritó la joven mujer, angustiada- ¡Que hiciste con el bigote!
- Dime como lo conseguiste, - dijo el ermitaño-
- Bueno, fui a la montaña todas las noches con un bol de comida.
Al principio me mantuve lejos, y me fui acercando poco cada vez, ganando confianza del tigre. Le hable con voz cariñosa y tranquilizadora para hacerle entender que sólo deseaba su bien.
Fui paciente. Todas las noches le llevaba comida, sabiendo que no comería. Pero no cedí. Fui una y otra vez.
Nunca le hablé con aspereza. Nunca le hice reproches. Y por fin, una noche dio unos pasos hacia mí.
Llegó el momento en que me esperaba en el camino y comía del bol que yo llevaba en las manos. Le acariciaba la cabeza y él hacía sonidos de alegría con su garganta.
Solo después de eso le saque el bigote.
-Si, si – dijo el ermitaño-, domaste al tigre y te ganaste su confianza y su amor.
-Pero tu arrojaste el bigote al fuego –exclamó Yun Ok llorando-.
¡Todo fue para nada!
-No no me parece que todo haya sido para nada –repuso el ermitaño- Ya no hace falta el bigote. Yun Ok, déjame que te pregunte algo: ¿Es acaso un hombre mas cruel que un tigre? ¿Responde menos al cariño y la comprensión?
Si puedes ganar con cariño y paciencia, el amor y la confianza de un animal salvaje y sediento de sangre, sin duda puedes hacer lo mismo con tu marido.
Al oír esto, Yun Ok permaneció muda unos momentos. Luego avanzó por el camino reflexionando sobre la verdad que había aprendido en casa del ermitaño de la montaña, y corrió presurosa dispuesta a recuperar el tiempo perdido
Fuente: http://ar.geocities.com/eduhistorias/Historias/elbigote/elbigote.html