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Era un cálido día de verano, Antonio y su madre esperaban pacientes en el consultorio del doctor, hacia ya varios días que el joven no se sentía muy bien y por insistencia de su mama fue a la clínica mas cercana para hacerse un chequeo, nada podía haberlo preparado para la noticia que estaba a punto de recibir:

- Buenos días – les saludo el Doctor al entrar en su consultorio.

- Buenos días – respondieron al unisonó.

- ¿Ya tiene los resultados? – pregunto impaciente Antonio.

- Si, mucho me temo que tienes una enfermedad muy rara y de la que poco se sabe, por lo que no existe una cura.

Las palabras tardaron unos minutos en ser procesadas del todo por el joven Antonio, que a sus escasos 23 años tenía la esperanza de una larga vida, esperanza que se desmorono entre las lágrimas que su madre no pudo contener. -¿Cuánto tiempo me queda? – pregunto temiendo por la respuesta.

- Unos seis meses, un año con algo de suerte – contesto el Doctor

Antonio abrazo a su madre con fuerza y como pudo se armo de valor y no dejo que ella notara su propio desconsuelo, todo lo que había planeado para su vida ya no seria posible, de pronto se dio cuenta de que le quedaba muy poco tiempo y que no hiso nada que realmente lo hiciera sentirse completo. Salieron de la clínica y caminaron tomados de la mano por la calle que desemboca en la parada de los autobuses, ya casi llegaban a su destino cuando Antonio le pidió a su madre que lo esperara unos minutos. Entro a una vieja librería y se perdió entre los estantes llenos de viejas y nuevas ediciones, de pronto frente a el apareció una chica de cabellos castaños y ojos verdes que lo miraban con ternura, el se sintió apenado y aparto la vista como si pusiera atención al libro que sostenía entre sus manos. Después de unos segundos se acerco hasta el mostrador y la misma chica de antes le sonrió cálidamente al tiempo que le preguntaba: ¿te puedo ayudar en algo?

- Quiero este libro – eso fue todo lo que Antonio atino a decir. Una vez terminada la transacción salió de la librería sin volver a mirar a la joven de ojos verdes.

Durante los siguientes meses Antonio volvía con regularidad a la librería, pasaba unos minutos mirando en los estantes los libros que de ningún modo le interesaban y cuando por fin se sentía con el valor suficiente de acercarse a la chica que tanto lo había impresionado, se quedaba sin palabras y solo atinaba a decir: - quiero este libro.

El tiempo paso y finalmente un día ya no pudo mas, escribió unas cuantas palabras en un pedazo de hoja y se acerco al mostrador, la joven le sonrió cálidamente y el se paralizo, dejo el pedazo de papel sobre el libro que se disponía a comprar y salió corriendo.

La joven tomo la hoja y leyó con atención lo que decía.

Hola soy Antonio perdona mi atrevimiento pero me gustas mucho

y me gustaría conocerte. Por favor llámame.

Al final estaba anotado un número de teléfono, la joven no sabia que pensar, tal vez era solo una broma, o quizás el mensaje no era para ella, guardo la hoja dentro de su agenda y pensó en devolvérselo la próxima vez que lo viera.

Los días pasaron y Antonio no volvió a la librería, finalmente la joven marco el número de teléfono y la voz de una mujer le contesto.

- Buenas tardes, ¿se encontrara Antonio?

- ¿Quién lo busca? – pregunto la mujer con la voz ronca.

- Soy Susana, Antonio me pidió que lo llamara.

- ¿Tú eres la chica de la librería? – pregunto conteniendo el llanto.

- Si, soy yo, ¿podría hablar con Antonio por favor? – insistió la joven.

La mujer comenzó a llorar y con la voz entrecortada respondió: - lo siento, pero mi hijo murió hace un par de días – luego colgó.

La madre de Antonio seco sus lágrimas y fue hasta el cuarto de su hijo muerto, en el habían pilas enormes de libros que jamás fueron abiertos, se sentó en el borde de la cama y tomo el libro que descansaba sobre el buro, ese primer libro que compro Antonio el dia que le dieron la noticia de su enfermedad, lo abrió y de el cayo un pequeño papel con un mensaje escrito a mano que decía:

Hola, me llamo Susana, y me gustaría conocerte, por favor llámame.

Las lagrimas volvieron a brotar de los ojos de la pobre madre que aun no se resignaba a la muerte de su único hijo, abrió otro libro y otra nota cayo de el.

Hola, perdona que insista, pero me encantas y quiero conocerte,

Llámame por favor.

Todos los libros tenían una nota dentro, notas que su destinatario jamás vio, palabras que quien las escribió no fue capas de decir en persona, sentimientos que Antonio tampoco tubo el valor de confesar.

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